Vivimos en un mundo donde casi todo está mal repartido. El agua para beber y para regar los cultivos con los que producir alimentos es muy escasa en diferentes zonas del planeta, los recursos naturales energéticos se encuentran en unos territorios, mientras que su consumo se concentra en otros donde no están, por lo que se tienen que importar, el crecimiento de la población mundial presenta patrones diferenciados según los países, la esperanza de vida de los habitantes del planeta es muy dispar; existen importantes diferencias entre países en cuanto a los recursos destinados a la sanidad, etc. El desarrollo económico ha sido muy heterogéneo y todo ello ha comportado evidentes desigualdades, tanto de tipo económico como social. En cambio, lo que sí parece que está bastante bien repartido son las afectaciones ambientales de carácter global, como son la contaminación atmosférica, la degradación de la calidad del agua, el cambio climático, la deforestación, la disminución del espesor de la capa de ozono, la pérdida de biodiversidad del planeta, etc. Todo ello hace que una parte muy importante de la población mundial viva en la pobreza, es decir, con falta o escasez de lo necesario para vivir.
¿Qué es lo necesario para vivir? Podría haber discrepancias importantes a la hora de concretarlo pero, además de determinar una mayor o menor cantidad de bienes (materiales, sociales, etc.) que necesitamos para vivir, entran en juego una serie de elementos. La creencia de que la pobreza es fruto de la falta de iniciativa, de efectos climatológicos adversos o de gobiernos corruptos no es del todo cierta. Si bien estas son algunas de las causas, forman parte de un número mucho más extenso y complejo de razones que explican el porqué del subdesarrollo. Las poblaciones empobrecidas tienen que hacer frente a obstáculos estructurales que les impiden subir al tren del desarrollo.
Aunque el nivel de vida mundial, expresado en términos generales, viene aumentando, como refleja la tendencia ascendente del Índice de Desarrollo Humano, que ha pasado de 0,455 en 1980 a 0,624 en 2010, el número de pobres que habitan el planeta es inaceptable, tanto como la distancia creciente entre el mundo rico y el mundo empobrecido. Hay pues que poner todos los esfuerzos posibles para ayudar a las sociedades que están fuera del desarrollo bien entendido, para que puedan dar el primer paso que les haga llegar, al menos, al andén desde desde el que se toma este tren. A veces la propia pobreza, cuando es extrema, es una trampa per se. Las comunidades que se encuentran atrapadas no tienen capacidad de salir adelante por sí mismas. En este caso, la lucha por la supervivencia impide invertir esfuerzos en cualquier otra cosa que no sea buscar los recursos vitales para las horas inmediatas.
Como se verá a lo largo de los siguientes capítulos, existen múltiples maneras de evaluar, medir y comparar el desarrollo. Para hacerlo, hay que emplear parámetros diferentes referidos a aspectos económicos, demográficos, climáticos, geomorfológicos, políticos, sanitarios, culturales, etc. El análisis de todos estos ámbitos en un territorio nos permite perfilar la estructura de la población y su salud, su organización social, sus recursos, las condiciones del transporte, la viabilidad de algunos cultivos, los riesgos ambientales, el coste de las infraestructuras necesarias, la competitividad de algunos productos, su sistema de gobierno, etc. Así pues, vemos que el camino del desarrollo agrupa a una multiplicidad de factores diversos y estrechamente relacionados entre sí que deben engranarse armónicamente para que tengan el efecto impulsor que se requiere. En este sentido, resulta alentador observar como algunos territorios del mundo desfavorecido han podido superar obstáculos como el aislamiento geográfico, la vulnerabilidad ante algunas enfermedades, las adversidades de la naturaleza, la falta de recursos energéticos o el lastre de la deuda externa que, sumado a la gestión de un gobierno sensato, les ha permitido subirse al tren del desarrollo.
Se suele diferenciar entre países pobres y países ricos o también países desarrollados y en vías de desarrollo, los países del norte ante los del sur, el primer mundo y el tercer mundo, también se habla de países empobrecidos y, últimamente, de países emergentes. Pero la pobreza no se circunscribe únicamente en aquellos países en vías de desarrollo, del sur o del tercer mundo, sino que también hace acto de presencia en las sociedades de los países más desarrollados, del norte, del primer mundo y ricos. Al mismo tiempo, también hay que decir que en muchos de los países pobres existen élites con un nivel de vida muy elevado que disfrutan y gestionan recursos abundantes.
Otra de las percepciones más extendidas sobre el mundo subdesarrollado hace referencia a los malos gobiernos y, más específicamente, al alto grado de corrupción. Ciertamente, resulta evidente que estos factores, sumados a la criminalidad y a la violencia, son más fáciles de encontrar en el Tercer Mundo que en países de rentas altas, sin embargo, éste no es un problema exclusivo del mundo pobre y, por otra parte, esta percepción es a menudo exagerada. Los niveles de rentas elevados permiten el acceso de la población a la educación, lo que incide en la capacidad de ésta en ejercer un control sobre la gestión de sus gobernantes, en esta dirección los medios de comunicación y el acceso a los mismos refuerzan la construcción de una sociedad civil sólida. Así vemos dos sociedades que se desarrollan dentro de dinámicas muy diferentes, favorables en el caso de los ricos y nefastas en el caso de los pobres. En este contexto, hay que interrogarse sobre por qué algunos dirigentes corruptos han ejercido su poder impunemente, o relacionar el grado de corrupción con la importancia de los recursos naturales del país en cuestión. Recursos que, en su mayoría, se consumen en el mundo industrializado.
¿Cuáles son las causas de estas desigualdades? Algunas de estas causas se exponen a lo largo de este módulo, dedicando un apartado a cada una de ellas. Así, se hablará de problemas estructurales, económicos o políticos como: el hambre, la deuda externa o los conflictos. También se aportarán algunas herramientas para medir el desarrollo y se expondrán algunas acciones e iniciativas de ámbito mundial que se llevan a cabo para incidir en la disminución de estos problemas que, de hecho, se podrían eliminar con determinación política, responsabilidad por parte de todos y recursos suficientes y bien gestionados. Tres conceptos básicos y necesarios para un mundo más equitativo, y que hay que abordar con determinación para hacer de este planeta un lugar para vivir decentemente.
El módulo concluye con un apartado dedicado a las conclusiones, otro en forma de breve cuestionario de evaluación del logro y comprensión de sus contenidos y un apartado final dedicado a la bibliografía y los enlaces de interés.