El decrecimiento es un eslogan político con implicaciones teóricas, una "palabra obús" como dice Paul Ariès, que busca romper el lenguaje estereotipado de los adictos al productivismo. Lo opuesto a una idea perversa que no produce necesariamente una idea positiva, no se trata de preconizar el decrecimiento por el decrecimiento, lo que sería absurdo, pero después de todo, eso sería igual de absurdo que preconizar el crecimiento por el crecimiento ... El propósito principal de la consigna del decrecimiento es, sobre todo, señalar claramente la renuncia al objetivo del crecimiento ilimitado, cuyo motor no es otro que la búsqueda del beneficio de quienes poseen el capital con consecuencias desastrosas para el entorno y, por tanto, para la humanidad {...]
En principio, el decrecimiento es simplemente un estándar detrás del cual se reagrupan los que han optado por una crítica radical al desarrollo y que quieren delinear los contornos de un proyecto alternativo para una política del posdesarrollo. Su objetivo es una sociedad en la que se viva mejor, trabajando y consumiendo menos. Se trata de una propuesta necesaria para volver a abrir el espacio de la inventiva y la creatividad del imaginario, bloqueado por el totalitarismo economicista, desarrollista y progresista.
Serge Latouche (2009b)
Dentro de esta corriente de pensamiento hay diferentes líneas, algunas de ellas alejadas entre sí, los defensores del decrecimiento, o como se viene a denominar últimamente "posdesarrollo", representan un movimiento asociado al pensamiento político, económico, ambiental y social que trata de evitar el aumento irracional de la producción y del consumo desmesurado, para acercarse al máximo a criterios asociados a conceptos de bienestar o de calidad de vida, alejados de lo que a menudo se conoce como "nivel de vida" . Así, se cuestionan los modelos de vida del Norte rico, dictados por los preceptos del nuevo orden mundial orientado por las teorías del neoliberalismo. En este contexto, las personas hemos pasado de ser consideradas ciudadanos a ser identificados como consumidores. En definitiva, los postulados alineados con el decrecimiento tratan de alcanzar el bienestar de la sociedad con menos cantidad de bienes, lo cual no debería suponer renunciar a los avances tecnológicos diseñados para hacer la vida más confortable y práctica, sino de hacerlo mediante una producción y un uso racional, y al alcance de toda la ciudadanía. Afirma Carlos Taibo (2011) cualquier proyecto de decrecimiento sensato debe ser, por lógica, un proyecto de distribución radical de los recursos.
Para desmentir la creencia de que un mayor crecimiento económico equivale a mayores prestaciones sociales, los defensores del decrecimiento utilizan datos estadísticos como los que se reflejan a continuación, en los que se demuestra que algunos países con crecimiento económico muy limitado igualan o superan en ámbitos como la salud o la alfabetización a otros muy superiores en cuanto a su PIB. Cabe decir que hay casos, como el de China en el caso de la alfabetización, que contradicen este argumento.
Porcentaje de población alfabetizada (a partir de 15 años) en relación con el PIB del país
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Comparativa de la esperanza de vida al nacer y el PIB ($)
Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Banco Mundial y de la Organización Mundial de la Salud
Aunque tiene orígenes anteriores, uno de los intelectuales de referencia, considerado el padre de este movimiento, es el profesor y economista francés Serge Latouche (Le pari de la décroissance, 2006), que recoge y apoya a las del matemático y economista rumano Nicholas Georgescu-Roegen (La Ley del Entropía y el Proceso Económico, 1971) y que, a su vez, ya se intuían en las obras de Alfred Lotka, Eric Schrödinger, Norbert Wiener o León Brillouin en la década 1940-50.
Tanto Georgescu como Latouche afirman que hay que huir del crecimiento como objetivo per se. Lo que implicaría un cambio esencial de sistema en los países más industrializados, en los que habría que adoptar modelos de vida más simplificados que promuevan la competencia social vinculada a conceptos como el poder adquisitivo o la acumulación de bienes, que no resulten perjudiciales para el medio ambiente y respeten a los propios seres humanos. Así, se busca la consecución de la realización personal y el fomento de las relaciones como un objetivo vital, en lugar del consumismo y el éxito únicamente económico, rechazando el mito del crecimiento perpetuo y generando una sociedad del post-crecimiento.
Latouche (2009a), citando a Georgescu, afirma la imposibilidad de un crecimiento infinito en un mundo finito y la necesidad de sustituir la ciencia económica tradicional por una bioeconomía, es decir, pensar la economía en el seno de la biosfera.
Para Latouche (2009b), los ejes de la actual sociedad consumista son estos tres:
- La publicidad, que actúa generando necesidades, a menudo superfluas, que provocan estados de frustración en la mayoría de la población que no las puede alcanzar y, por tanto, son infelices. Este sentimiento impulsa a estos consumidores a llegar más allá de sus posibilidades para conseguir cubrir estas falsas necesidades.
- La obsolescencia programada, que se basa en la producción de bienes por un plazo de uso mucho más corto de lo que podrían durar. Esta práctica es aún más deplorable al descubrirse que a veces se hace insertando chips que inutilizan deliberadamente el producto cuando éste se encuentra en perfectas condiciones. La finalidad es inducir a la compra de un producto nuevo ya que el coste de la reparación es superior, impulsando así la cadena del consumo y del derroche energético que ello supone.
Para ampliar la información sobre el concepto de obsolecencia programada se puede ver el documental “Comprar, tirar, comprar”
- El crédito, cuya función debería ser la de impulsar las actividades económicas y productivas razonables y éticas, así como ayudar a los ciudadanos a cubrir necesidades reales y útiles, ha acabado siendo un sistema nocivo en el que gran parte de la sociedad se encuentra atrapada para poder alcanzar una serie de bienes, muchas veces prescindibles. Esta práctica se ha agravado en los últimos años, de tal forma que ha sido el origen de la crisis financiera actual, con el conocido problema de las hipotecas denominadas subprime, consistentes en ayudas hipotecarias a personas que se sabía, a priori, que no podrían hacer frente a la deuda suscrita.
Así pues, el sistema económico que rige nuestra sociedad nos incita a consumir compulsivamente. Mientras tanto, los gobiernos de los países del Norte industrializado, promueven el discurso ecologista de las tres “r” (reducción, reciclaje y reutilización) pero miran hacia otro lado cuando algunas industrias hacen muy poco por disminuir su actividad contaminante, priorizando los criterios productivos a toda costa. Esto se agrava todavía más cuando estas actividades se desarrollan en países en vías de desarrollo que es donde a menudo se encuentran muchos de los recursos naturales más codiciados.
Cuatro grandes cuestiones se perfilan como los grandes problemas del siglo XXI, afirma Taibo (2011):
- Endurecimiento de las condiciones laborales. Provocado en todo el planeta por la globalización capitalista. Precariedad en forma de salarios cada vez más bajos, jornadas más largas y derechos sociales en retroceso, que permiten la especulación y multiplican los beneficios empresariales.
- Herencia de la espoliación de los recursos de los países pobres. Existe una enorme diferencia entre el Norte rico y el Sur empobrecido. Recordemos que cada día mueren en el mundo por culpa del hambre o de las enfermedades relacionadas 40.000 personas y que el 20% de la población del planeta dispone del 86% de los recursos naturales.
- Muchas de las materias primas energéticas más importantes se están agotando. Lo que anuncia que el precio se incrementará en pocos años. Además, los niveles de agua potable por habitante se reducirán a un tercio en los próximos 20 años.
- El cambio climático, con sus efectos asociados, entre ellos la elevación del nivel del mar, podría provocar que algunos estados-isla desaparezcan y que los habitantes de deltas de algunos ríos y ciudades costeras padezcan problemas graves. Entre otros efectos del cambio climático destaca también la alteración de los ciclos de las estaciones con las consecuencias que eso puede tener en la agricultura, la ganadería y, por tanto, en la producción de alimentos.
En este sentido, para encaminar una Sociedad hacia el decrecimiento, Latouche (2009b) habla del círculo virtuoso de las “ocho erres”. Ocho cambios interdependientes que se refuerzan los unos a los otros.
- Revaluar. Hace falta recuperar los valores perdidos o distorsionados; altruismo, sentido común, justicia, responsabilidad, respecto por la democracia, solidaridad, son el fundamento de la proyección hacia el futuro.
- Reconceptualizar. El cambio de los valores implica una nueva mirada al mundo. Así, hace falta definir nuevamente conceptos como riqueza y pobreza, escasez y abundancia. Hay que evitar que la economía actual se apropie de recursos naturales como el agua o de bienes esenciales para la agricultura mediante los organismos genéticamente manipulados.
- Reestructurar. Aquí Latouche se refiere a la necesidad de reconvertir los sistemas productivos, sobre todo Industriales, adaptándolos al nuevo paradigma.
- Redistribuir. Es necesario el reparto equitativo de las riquezas, tanto entre el Norte y el Sur, como entre cada sociedad, generaciones e individuos. Esto tendría un doble efecto positivo en la reducción del consumo: directamente reduciría la capacidad de las grandes masas de consumidores mundiales e, indirectamente, disminuiría la invitación al consumo ostentoso.
- Relocalizar. Una de las propuestas más repetidas del decrecimiento es precisamente la de producir localmente los bienes esenciales para satisfacer las necesidades de la población, siempre que esto sea posible. Así mismo, las dimensiones económicas, políticas o culturales que puedan ser tomadas a escala local deben ser así.
- Reducir. Hay que disminuir el impacto de nuestra forma de producir y consumir. Hay que limitar el hiperconsumo y moderar la costumbre de derrochar, disminuir los riesgos sanitarios mediante la prevención, así como la reducción de los horarios de trabajo, compartiéndolo pata que todo el mundo pueda optar a una ocupación. La práctica del turismo masivo es otra actividad que se debería de evitar.
- Reutilizar/reciclar. Nadie niega hoy la necesidad de reducir el despilfarro desenfrenado, de combatir la obsolescencia programada ni de reciclar los desechos no reutilizables directamente.