¿Nos preguntamos dónde va a parar nuestro dinero? O nos preocupa solamente su rentabilidad, a “cualquier precio”. ¿Nos hemos parado a pensar que para que nuestros ahorros sean más rentables a veces sirven para financiar malas prácticas ambientales, comercio de armas o contribuir a la explotación laboral de millones de personas alrededor del mundo? En cambio, ¿se nos ha ocurrido que nuestro dinero se puede entregar a instituciones que nos expliquen claramente donde se depositan y para qué sirven?

El concepto banca ética surge en contraposición a las prácticas que en los últimos tiempos han servido para enriquecer a muchas instituciones financieras que, sin cuestionarse ningún planteamiento moral, han desarrollado un negocio fructífero y rentable al máximo.

Por otro lado, cuando la crisis económica mundial estalla a causa, inicialmente, de la negligencia consentida de innumerables entidades financieras impulsando operaciones hipotecarias de alto riesgo (hipotecas subprime) sostenidas artificiosamente en un contexto de bonanza económica y acompañadas de escándalos de corrupción y malversación de fondos, a quien primero rescatan los gobiernos es, justamente, a las corporaciones financieras culpables del desastre. ¿Es esto ético? El crédito, en lugar de estar al servicio de las necesidades de las personas y de las empresas, ha acabado siendo un instrumento a favor de la especulación más feroz.

Sin duda, el público ahorrador es en parte cómplice por no cuestionarse estos hechos además de por no adquirir conciencia de la capacidad de su propia economía. Pero, por otro lado, los productos financieros son cada vez más sofisticados, de tal manera que de repente la información se diluye en una telaraña de tecnicismos incompresibles, incluso para los propios ejecutivos bancarios. Por otro lado, la incitación a invertir y a la adquisición de bienes ha sido agresiva y perversa. Hasta tal punto que, en los últimos tiempos, cada vez más familias se han visto atrapadas en deudas que les impiden hacer frente al pago de las hipotecas concedidas, con toda ligereza y negligencia, por la misma institución financiera que, más tarde, ha promovido su desahucio.

Paradójicamente, poco antes del inicio de la crisis económica mundial, en 2003, diez bancos se comprometieron a firmar lo que se llamaría Principios de Ecuador, una serie de directrices voluntarias orientadas a asegurar la responsabilidad en la gestión social y ambiental relacionadas con la financiación de proyectos e inversiones. Actualmente los bancos comprometidos son más de cincuenta.

Para implementar estos Principios, los bancos deben establecer políticas y procesos internos consecuentes con los mismos. Así, deben comprometerse a otorgar préstamos sólo a aquellos proyectos que puedan demostrar su capacidad y disposición de cumplir con la totalidad de las directrices que aseguren que los proyectos se desarrollarán con responsabilidad social y de acuerdo con prácticas de gestión ambientalmente adecuadas.

Aunque estos Principios constituyen una iniciativa que se podría recibir como un paso adelante de cara a mejorar las actuaciones del mundo financiero hacia la sociedad y el medio, no faltan las críticas. En este sentido, hay quien opina que no son otra cosa que una declaración de intenciones de cara a la mejora de la imagen. Y, por otra parte, la desconfianza sobre la responsabilidad social y ambiental en el sector bancario es constante. Por ejemplo, en el último informe presentado por la Red Banktrack, aunque se afirma que se han incrementado el número de bancos que aplican políticas de sostenibilidad, siendo bancos asiáticos la mayoría de los que no lo hacen, se expone que numerosos bancos no tienen claramente definidas estas políticas o son inadecuadas. Asimismo, la valoración en cuanto a transparencia, rendición de cuentas o corrupción, es considerablemente baja en la mayoría de las entidades analizadas.

Aunque a la sombra de la crisis y percibiendo una creciente crítica social, algunas instituciones financieras clásicas comienzan a emitir mensajes asociados a la responsabilidad y ética en su gestión, generalmente esto se confunde con ciertas iniciativas filantrópicas que, a pesar de ser bienintencionadas, quedan alejadas de los principios de responsabilidad y ética que serían exigibles. Contrariamente, existen instituciones financieras creadas desde el inicio con estos principios como modelo de empresa. Algunos buenos ejemplos en nuestra casa serían iniciativas como Triodos Bank en el sector de la banca tradicional, o Fiare y Oikocrèdit en el ámbito de los microcréditos para la financiación de proyectos sociales.

En el caso de Triodos Bank, tal como la misma institución expone, su misión es:

  • Contribuir a una sociedad que fomente la calidad de vida y se centre en la dignidad humana.
  • Facilitar a personas, empresas y organizaciones un uso responsable del dinero y fomentar con ello un desarrollo sostenible.
  • Proporcionar a nuestros clientes unos productos financieros sostenibles y un servicio de calidad.