No hay vida sin agua, afirma el principio 1 de la Carta Europea del Agua del año 1968. El agua es un recurso natural esencial tanto para los ecosistemas naturales como para las diferentes actividades socioeconómicas que desarrollamos los grupos humanos.

Como se ha comentado en la presentación de este módulo, la cantidad de agua en el planeta es constante, sólo cambia de estado y varía su distribución en el ciclo hidrológico global. Ahora bien, de toda el agua de la Tierra sólo el 3%, porcentaje menor si únicamente tenemos en cuenta la que circula por los ríos, la que se encuentra en lagos o bien la confinada en acuíferos accesibles, se considera agua dulce. Sin embargo, sigue siendo una cantidad más que considerable.

 

Desgraciadamente, su distribución es poco homogénea y encontramos zonas del planeta donde este recurso es muy escaso. En algunos casos la escasez no es debida a unas existencias exiguas sino a una demanda creciente, que supera la oferta. A la vez, la cantidad de agua disponible se reduce si su calidad no la hace apta para el uso al que se quiere destinar. Esto es debido a procesos de degradación y contaminación (salinización, nitratos, metales pesados, hidrocarburos, aguas residuales, etc.), que pueden tener orígenes y causas diversas. Una fecha que corrobora esta escasez es que hoy en día, por razones diversas, casi una quinta parte de la población del planeta no tiene acceso al agua potable.

Todas nuestras actividades (agricultura, industria, servicios, etc.) consumen agua y mucha, aunque cada vez los procesos necesitan menos cantidad de agua para obtener un determinado producto, es decir, optimizan más y mejor este recurso. En cuanto al consumo doméstico, aunque en términos generales se ha constatado una disminución per cápita, lo que muestra un mayor grado de concienciación social en cuestiones ambientales, el consumo doméstico en la mayoría de los países desarrollados está por encima de las necesidades básicas y, en consecuencia, aún estamos lejos de poder decir que se trata de un consumo sostenible.

También hay que tener en cuenta el potencial impacto del cambio climático sobre los recursos hídricos. Según el informe del IPCC "Water and Climate Change" los recursos hídricos son vulnerables y pueden verse muy afectados por el cambio climático. Si la temperatura mundial supera en 2.5 º C los niveles preindustriales, es decir, alrededor de 1, 7 º C por encima del nivel actual, se calcula que probablemente habrá casi 3.000 millones de personas en el mundo que no dispondrán de agua potable.

Los conflictos generados por el control y la disponibilidad de un recurso tan importante como es el agua pueden ser muy graves en un mundo donde su disponibilidad puede estar cada vez más comprometida. Debemos hacer un uso adecuado y racional del agua. Es un recurso natural imprescindible que debe ser tenido en cuenta en los procesos de ordenación y planificación territorial para poder decir que hacemos una gestión adecuada que se corresponda con un uso sostenible.