Tal como ya se ha explicado anteriormente, los vertederos no controlados (y los vertidos ilegales) eran y son una fuente potencial de alteración y degradación de los diferentes sistemas que conforman el medio natural (atmósfera, suelos, aguas y biosfera), y también pueden suponer un foco de enfermedades e infecciones con repercusiones en la salud humana. Con el objetivo de eliminar o como mínimo de mitigar estos impactos, primero se decidió seguir enterrando los residuos pero tomando las medidas necesarias para que el impacto en el entorno fuera mínimo. Posteriormente también se optó por hacer desaparecer los residuos (o una buena parte) mediante la incineración.
¿Cómo se evitan en un depósito controlado los potenciales impactos generados por los residuos en el medio ambiente?
Partiendo de la base que tanto el diseño como los diferentes procesos de tratamiento de los residuos dentro de la instalación tienen que ser adecuados y funcionar perfectamente, la elección del lugar es clave. Y para esta elección hay que tener un conocimiento importante del territorio, especialmente de los aspectos del medio físico: geología, hidrología, climatología y biología.
Así, según el Real decreto 1481/2001, de 27 de diciembre, por el cual se regula la eliminación de residuos mediante la deposición en vertederos, las consideraciones que se tienen que tener en cuenta a la hora de ubicar un depósito de residuos son:
- Las distancias entre el límite del depósito y las zonas residenciales y recreativas, vías fluviales, masas de agua y otras zonas agrícolas o urbanas.
- La existencia de aguas subterráneas, aguas costeras o reservas naturales en la zona.
- Las condiciones geológicas e hidrogeológicas de la zona.
- El riesgo de inundaciones, hundimientos y corrimientos de tierras en el emplazamiento del vertedero.
- La protección del patrimonio natural o cultural de la zona.
No obstante, la normativa también deja claro que un depósito controlado podrá ser autorizado si las medidas correctoras que se tomen indican que no se producirá un riesgo grave para el medio ambiente.
El diseño de los depósitos controlados y las medidas técnicas dependerán del tipo de residuo. Así, en Cataluña el Decreto 1/97, de 7 de enero, sobre la deposición del rechazo de los residuos en depósitos controlados, diferenciaba entre depósitos controlados de tipos I para residuos inertes, depósitos controlados de tipo II para residuos no especiales y depósitos controlados de tipo III para residuos especiales. Posteriormente, el Real decreto 1481/2001, de 27 de diciembre, transposición de la Directiva 1999/31/CE, del Consejo, de 26 de abril, relativa al vertido de residuos, los clasifica en vertederos para residuos inertes, vertederos para residuos no peligrosos y vertederos para residuos peligrosos.
Un primer condicionante a la hora de elegir una ubicación tendría que ser evitar el impacto visual de este tipo de instalaciones situándolas lo suficientemente lejos de los núcleos habitados pero con una accesibilidad adecuada, debido al tráfico que generan; no estar cerca de las poblaciones también reduce las molestias por ruido, malos olores y polvo.
Un segundo paso sería la búsqueda de una zona con materiales impermeables (como la arcilla) para evitar que los residuos contaminen los suelos y las aguas subterráneas (y superficiales). Esta capa de material impermeable que hace de barrera geológica natural tiene que tener, según la normativa vigente en España, un espesor igual o superior a un metro. Pero la preservación de los suelos y de las aguas no se tiene que basar únicamente en esta impermeabilización natural. Los residuos tienen que descansar sobre una capa de drenaje, como por ejemplo gravas, para poder llevar a cabo la recogida de los líquidos lixiviados generados por la basura. Estos residuos líquidos, junto con el agua de lluvia que ha entrado en el vaso del vertedero y que se ha contaminado por la presencia de los lixiviados, una vez recogidos tienen que ser tratados. También se tiene que evitar la entrada en el vaso del depósito el agua de lluvia caída fuera de este y que circula como escorrentía superficial.
Debajo de la capa de drenaje hay que situar un revestimiento artificial impermeable (no necesario en los vertederos para residuos inertes), que también tiene que revestir todo el vaso del depósito, y a continuación hay que situar una barrera geológica artificial (material impermeable), como mínimo de 0,5 metros de espesor, cuando la barrera geológica natural no cumple los mínimos necesarios.
En las condiciones definidas anteriormente ya se podrían depositar los residuos. Ahora bien, si nos centramos en los residuos municipales, se sabe que la mayoría de la basura generada en casa es enviada a depósitos controlados (residuos no peligrosos); mucha de esta basura, pero, es valorizable, a pesar de que desgraciadamente no se ha hecho la selección en origen. Por esta razón, un paso previo a la disposición final de los residuos en el vertedero tendría que ser la selección en planta. No obstante, la cantidad de residuos que llegan a este tipo de plantas es tan elevada que seguramente una revisión exhaustiva del material recuperable podría llegar a colapsar la planta. A continuación, un segundo proceso que se tiene que practicar en los residuos, previo a la deposición final, es la compactación. Con esto se gana espacio (vida útil del depósito) porque se extrae de los residuos buena parte del agua que contienen (se tiene que recoger y tratar), cosa que repercutirá positivamente en una disminución de los lixiviados generados en el vaso del depósito.
En los vertederos no controlados los residuos se iban amontonando y de vez en cuando se podía prender fuego. En los depósitos controlados la acumulación tiene que ser ordenada y periódicamente se tienen que poner capas de material encima de los residuos. Con esto se reducen los malos olores, hay una menor presencia de aves, insectos y roedores (cosa que evita posibles focos infecciosos), se minimiza la dispersión de los residuos por acción del viento y desaparece el riesgo de incendios forestales y la contaminación atmosférica debida a los humos de la basura quemando. Además, el recinto tiene que estar vallado (para evitar la presencia de animales) y el acceso tiene que estar restringido al personal autorizado. Ahora bien, estos residuos sepultados, debido a la fermentación, generan biogás, que se puede ir acumulando. Para evitar posibles explosiones estos gases tienen que ser canalizados hacia la superficie del depósito mediante una red de chimeneas. La legislación indica que este gas tiene que ser aprovechado para hacer energía o bien se tiene que quemar. La solución dependerá en buena parte de la magnitud de la planta y de la cantidad de residuos tratados, que hará viable o no el aprovechamiento del gas. En algunos casos el único objetivo de las chimeneas es permitir la salida libre a la atmósfera de estos gases.
Figura 16. Localización geográfica de los depósitos controlados de residuos municipales en funcionamiento en Cataluña el año 2009
Fuente: Elaboración propia
La Figura 16 muestra los diferentes depósitos controlados operativos en Cataluña en 2009 mientras que en la Figura 17 muestra una vista aérea del centro de gestión y tratamiento de residuos municipales de la comarca catalana de Conca de Barberà. Se puede observar el depósito, las balsas de recogida de las aguas pluviales y de los líquidos lixiviados, la planta de compostaje, el edificio de control y la nave que sirve de almacén y garaje para los vehículos y para la maquinaria del centro.
Una vez el depósito llega al final de su vida útil se tiene que clausurar. Junto con el diseño, la construcción, la explotación y el mantenimiento, la clausura de un depósito de residuos es un aspecto fundamental que se tiene que tener en cuenta desde su gestación, puesto que se tiene que hacer una restauración ambiental de la zona ocupada por el depósito. La capa más superior de los residuos se tiene que tapar con material que hace de asentamiento y a continuación sellar el depósito con una capa de material natural impermeable y otra con el mismo revestimiento impermeable utilizado en el fondo del vaso. El material de la parte exterior (superficie) dependerá del uso para el que haya sido destinada esa zona.
La minimización y en algunos casos la eliminación de los impactos generados en el medio ambiente por la deposición de los residuos en vertederos no controlados es evidente. Ahora bien, encontrar una ubicación para un depósito controlado con todas las características que se han descrito no es fácil. Podemos ser menos restrictivos y confiar en las medidas correctoras y en los materiales artificiales que nos ofrece la tecnología actual, pero el riesgo no desaparece totalmente. Además, cualquier depósito, incluyendo uno de controlado, ocupa un espacio. Si el ritmo actual de generación de residuos es insostenible y la porción que realmente se está recuperando es muy pequeña, entonces también es evidente que la deposición de los residuos en vertederos es una gestión del todo insostenible.
Figura 17. Centro de gestión y tratamiento de residuos municipales de la comarca catalana de Conca de Barberà
Fotografía: Consell Comarcal de Conca de Barberà