El número de horas de Sol que un territorio recibe a lo largo del año depende de su posición geográfica sobre la superficie terrestre (latitud). Durante una parte del día el Sol, principal fuente de energía planetaria, se esconde y se hace de noche en el marco de un ciclo diario muy bien definido. La especie humana ha intentado desde la antigüedad minimizar este hándicap y, en un primer momento, utilizó el fuego para aumentar la visibilidad nocturna. Actualmente la iluminación de los espacios corresponde, en la mayoría los casos, a la luz producida por la energía eléctrica.

En una sociedad como la española el gesto de pulsar un interruptor y poner en funcionamiento una bombilla que ilumina una habitación nos parece un hecho poco extraordinario, cuando en realidad es algo muy reciente en el tiempo. Todavía hoy en día algunas comunidades que habitan en países más o menos lejanos no disponen de electricidad, una comodidad que parece que nos hace la vida más "fácil" y menos "aburrida". ¿Qué haríamos sin la nevera, la lavadora, la televisión y el ordenador personal con conexión a Internet?

Es por ello que cuando por alguna razón (como que la compañía eléctrica no haga el mantenimiento de las líneas o bien una gran nevada) se produce un corte de la corriente eléctrica nos ponemos tan nerviosos. Pero claro, quizás sí hay motivos para ponerse nerviosos si nuestro negocio depende de este suministro o bien si es invierno y el sistema de calefacción está conectado a la red eléctrica. Dependencia, ésta es la palabra. ¿Una dependencia excesiva?

Algo similar podemos decir del agua. Abrimos un grifo y podemos beber agua potable (si la cantidad de cal o de nitratos lo permite), podemos llenar una olla para cocinar alimentos, podemos ducharnos y lavarnos los dientes, podemos lavar la ropa, podemos regar un jardín, etc. El agua llega a nuestras viviendas a través de redes de suministro, lo que evita el hecho de desplazarse a una mayor o menor distancia del núcleo urbano para obtenerla, un hecho que en nuestro país, especialmente en las zonas rurales, no queda tan lejos en el tiempo. Y si el agua potable nos llega hasta la puerta de casa, las aguas residuales generadas van en dirección opuesta. Esta salida se realiza gracias a una red de alcantarillado que, en la mayoría de los casos, se dirige a una estación depuradora. Este servicio parece muy normal, pero hay que decir que su generalización todavía es más reciente que la llegada del agua potable.

La población española en su conjunto se encuentra incluida dentro de la llamada sociedad del bienestar. Se trata de una parte privilegiada de la población mundial que representa un porcentaje muy pequeño de los más de 7.000 millones de habitantes del planeta Tierra. La combinación del dinamismo de las actividades económicas con las reivindicaciones de tipo económico y social de los trabajadores han permitido un aumento de las rentas, establecer unas condiciones de trabajo adecuadas con vacaciones pagadas, disfrutar de una serie de servicios públicos básicos como la educación y la sanidad, o crear desde los gobiernos un sistema de ayudas a los más desfavorecidos. La crisis económica iniciada en 2007 está poniendo a prueba este sistema. La democracia y el respeto a los derechos humanos también son signos inequívocos de esta sociedad del bienestar, lo que puede explicar la tardía llegada a España de este "bienestar". Pero una buena parte de la población mundial no tiene cubiertos estos servicios básicos, vive por debajo los umbrales de la pobreza, está inmersa en conflictos armados periódicos, muere de hambre, de sed o por enfermedades que en nuestra sociedad del bienestar se curarían, y lo abandona todo para intentar llegar a cualquier precio a la que considera la tierra de las oportunidades.

Somos una sociedad consumista. Que haya consumo hace mover la rueda de la economía y cuando un engranaje de esta rueda tiene un problema el conjunto de la rueda se ve afectado. Consumimos productos básicos como comida o ropa y calzado, consumimos otros que se nos han hecho básicos como los electrodomésticos o el coche, consumimos productos de ocio, etc. Además de consumir también nos comunicamos y nos desplazamos. Se han creado redes de transporte de mercancías y pasajeros que facilitan la accesibilidad, a la vez que también se han desarrollado redes de comunicación que posibilitan el contacto sin necesidad de hacer desplazamientos. Pero consumir y desplazarnos también tiene unas repercusiones, especialmente ambientales: Más aún si se trata de un consumo desmedido e innecesario. ¿Dónde se encuentra el punto de equilibrio entre consumo necesario y consumo desmedido?

También repercuten en nuestro entorno las actividades que fabrican bienes de consumo o cualquier otro producto derivado de la utilización de los recursos naturales que hay en nuestro planeta. Conscientes de que los recursos naturales son finitos nos preguntamos si no es  excesivo su consumo (agua, petróleo, madera, etc.) en sociedades como la nuestra, o si puede ser que algún día se alcancen estos niveles de consumo a escala global. ¿Es sostenible nuestro desarrollo?

El objetivo del proyecto MOUDS (Módulos Universitarios en Ciencia del Desarrollo Sostenible), del que este es el módulo introductorio, es intentar dar respuesta a esta pregunta. Pero antes de abordar todos estos temas es  necesario definir, o al menos intentarlo, qué quiere decir desarrollo sostenible y cómo es de necesaria la protección del medio ambiente y de nuestra salud para conseguir que nuestro desarrollo sea sin lugar a dudas sostenible.