La Teoría de la Transición Demográfica fue elaborada por el demógrafo norteamericano Warren Thompson a partir de las observaciones de los cambios experimentados en los últimos 200 años por varios países en sus tasas de mortalidad y natalidad.

La teoría se ha convertido en el marco teórico explicativo del crecimiento de la población mundial, ya que las dinámicas que cuenta han sido experimentadas, con mayor o menor medida-y con mayor o menor velocidad-por gran parte de los países del mundo. Así, la teoría explica el proceso de transformación de una sociedad preindustrial, caracterizada por unas tasas de natalidad y de mortalidad altas, a una sociedad industrial o postindustrial, con ambas tasas bajas. Como puede deducirse, de la relación entre los niveles entre la tasa de natalidad y la mortalidad se deriva el ritmo de crecimiento natural-en tanto que la teoría de la transición quiere tener valor universal, no tiene en cuenta el efecto que las migraciones pueden tener sobre el crecimiento de la población de regiones concretas.

Básicamente este proceso de transformación se puede dividir en cuatro etapas o fases:

Fase 1: Antiguo régimen demográfico

ÉEs una fase inicial, anterior al inicio propiamente dicho de la transición, que se caracteriza, en primer lugar, por unas tasas de mortalidad muy elevadas (40-50 ‰). El motivo hay que buscarlo no tanto a las situaciones adversas concretas (las guerras, las hambrunas generalizadas, las epidemias) sino en estas más estructurales (la mala alimentación, la falta de higiene, las escasas infraestructuras sanitarias, etc.).

En consecuencia la tasa de natalidad era igualmente alta (con tasas igualmente del orden del 40-50 ‰), ya que dada la elevada mortalidad infantil, el número de hijos por mujer (lo que conocemos como fecundidad) debía ser elevado para garantizar la supervivencia de un número adecuado de descendencia.

Fruto de la combinación de tasas de natalidad y de mortalidad elevadas, el crecimiento total de la población-siempre en ausencia de migraciones-es escaso o nulo.

Como puede deducirse, se trata de una fase típica de hasta mitad del siglo XVIII. En la actualidad se considera que no hay ningún país que presente estas características, ya que las tasas más elevadas de mortalidad no superan, en lugar, el 25 ‰.

Fase 2: Inicio de la transición

El motor que pone en marcha la transición demográfica es el descenso generalizado de la tasa de mortalidad, básicamente debido a tres motivos: a) la mejora en las técnicas agrícolas (con un aumento de los rendimientos), b) las mejoras tecnológicas y c) los avances en medicina y alfabetización. Además, dentro de la mortalidad, encontramos una reducción significativa de la mortalidad infantil. En consecuencia, se experimenta un moderado aumento en la esperanza de vida.

Por su parte, la tasa de natalidad se mantiene muy elevada, de modo que el crecimiento vegetativo resultante es desmesurado.

Este es la situación en la que se encuentran la mayoría de los países subsaharianos: sus tasas de mortalidad, aunque mantenerse elevadas, se han reducido drásticamente a valores próximos al 20 ‰, mientras que la de natalidad se mantiene alrededor del 40 ‰:

Fase 3: Final de la transición

La transición propiamente dicha finaliza con esta etapa, la característica más importante de la que es el descenso de los niveles de fecundidad y de natalidad.

Básicamente son tres los motivos que explican este descenso: a) en primer lugar, como respuesta anterior descenso de la mortalidad (la supervivencia de la descendencia es mucho más elevada), b) en segundo lugar, la difusión y la generalización de acceso a los métodos anticonceptivos, c) la incorporación de la mujer a la educación y al mercado de trabajo, que hacen retrasar su calendario de la fecundidad y, por tanto, tienden a reducirla.

Por su parte, la mortalidad tiende a estabilizarse en niveles relativamente bajos, de modo que, debido al descenso de la natalidad, la tasa de crecimiento de la población también disminuye bastante.

En esta situación se encuentran parte de los países latinoamericanos, del sudeste asiático y los del Magreb, con tasas de natalidad en descenso (alrededor del 20 ‰) y de mortalidad que casi han tocado fondo (6-8 ‰).

Fase 4: Régimen demográfico moderno

Fruto de los procesos descritos, los diferentes países alcanzan un nuevo estadio, típico de las sociedades postindustriales, que recibe el nombre de «régimen demográfico moderno».

Este estadio se caracteriza por presentar unos niveles muy bajos de las tasas de natalidad y de mortalidad (si bien esta puede crecer incluso no por el aumento de su intensidad sino como consecuencia del envejecimiento). De la combinación de ambos hechos se deriva un crecimiento natural nulo o, incluso, negativo ―por tanto, como al principio de la transición―, que puede ser compensado o no por los movimientos migratorios.

Como puede deducirse, es la situación en la que se encuentran actualmente buena parte de los países europeos, que ven como su población tiende a disminuir debido al movimiento natural, de manera que las escasas ganancias de población se deben al efecto positivo del saldo migratorio exterior.

CComo se ha comentado anteriormente, todos los países del mundo han experimentado, con mayor o menor intensidad, y con mayor o menor rapidez, este proceso de transformación. Así, es comúnmente aceptado que el diferente ritmo de crecimiento actual de los países se debe a qué estadio de la transición demográfica se nota. Por decirlo así, las diferencias observadas en la actualidad no se deben tanto a un comportamiento diferenciado, sino a un calendario diferente.

El gráfico siguiente (elaborado con la aplicación Gapminder) ilustra claramente la velocidad y la intensidad de la transición en los diferentes países del mundo. Básicamente el gráfico representa, por un lado, el número de hijos por mujer (lo que conocemos como índice sintético de fecundidad) y, por otro, la esperanza de vida, coma indicador indirecta de las condiciones de mortalidad. Se aprecia claramente como los países occidentales son los primeros en iniciar la reducción de la natalidad y aumentar progresivamente la esperanza de vida y como, en 1950 aproximadamente, el mundo se puede dividir en dos claros subgrupos: los países que ya han completado su transición y los que aún se encuentran en sus fases iniciales. A partir de este momento la convergencia en los comportamientos de mortalidad y de natalidad de los países se hace más evidente, de manera que en la actualidad son casi tan sólo los países africanos subsaharianos quienes quedan para completar su transición. Es, pues, en esta región donde encontramos los valores de fecundidad-y de natalidad-más elevados, al tiempo que su mortalidad se va reduciendo, de modo que son los países que actualmente protagonizan las mayores tasas de crecimiento de la población mundial.

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